EL CAMBIO CLIMATICO ENTRA EN LA AGENDA DE LAS EMPRESAS

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Las grandes firmas del mundo pasaron de descalificar el tema de la emisión de carbono a considerarlo seriamente como un rubro que pesará en sus balances.

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Isabel Stratta

"En diez años", escribió hace unos días Tony Blair, "he visto cómo la política energética saltaba de un discreto tercer plano a ser algo que adquiría una importancia estratégica y que podría ser tan crucial para nuestro futuro como la defensa".
No es un reconocimiento retórico. Blair escribió esa frase pocos días antes de la cumbre del G-8, que ha tenido al calentamiento planetario como temas estrella y que hasta tuvo a un reticente George Bush haciendo promesas de considerar acuerdos para reducir los gases que generan el efecto invernadero (a la mitad para el 2050, siempre que las economías ascendentes de China e India hagan lo mismo).
China, en la misma semana, sintió la misma presión. Aun cuando Beijing sigue firme en su discurso de que, en su caracter de economía en desarrollo, no le corresponde limitar su crecimiento con cupos preestablecidos, el gobierno formuló por primera vez un plan de estado para volver su economía más eficiente en términos energéticos y menos contaminante.
El acuerdo firmado por los países desarrollados el viernes en Alemania podrá tener "más agujeros que un campo de golf", como dijo ayer el diario The Guardian, pero introduce una novedad histórica.
La mayor potencia económica del mundo nunca había aceptado sumarse al protocolo de Kyoto, una manera de no reconocer el problema de las alteraciones que las prácticas económicas acarrean al ambiente. Pero la catastrófica inundación de Nueva Orleáns por el huracán Katrina fue un punto de inflexión para la percepción de la opinión pública estadounidense sobre el tema. Y en su discurso del Estado de la Unión de este año Bush usó, por primera vez, la expresión "cambio climático".
Empresas
¿Cambio? ¿Qué cambio? hubieran dicho muchas empresas hace muy pocos años. La noción del calentamiento planetario entró mucho antes en la opinión pública que en los despachos de las compañías y de los gobernantes. Poco después de que se constituyera en 1989 el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, que impulsó la ONU, los grandes emisores de dióxido de carbono crearon, como respuesta, la Coalición del Clima Mundial (Global Climate Coalition, GCC) que arrojaba dudas sobre la cientificidad del tema y militaba activamente contra la sanción de normas de reducción de los gases del calentamiento.
Puede que haya influido la sombría contundencia de las conclusiones del panel de científicos. Pero las alertas sobre ascenso del nivel de los mares, el derretimento del casquete polar y el acortamiento de los inviernos boreales dejaron de ser percibidos como una chifladura de las ONGs y como un tema desvinculado de la economía. Hoy, ningún empresario serio se atrevería a decir en público que el cambio climático no existe o que no hay que hacer nada para reducir las emanaciones que lo forman, generadas por el funcionamiento de sus propias industrias y servicios.
Más vale prevenir
A principios de este año, diez de las mayores empresas de los Estados Unidos proclamaron que las autoridades federales debían establecer un límite para las emisiones de dióxido de carbono, de modo de bajarlas entre un 10 y un 30% en los próximos quince años. El grupo, United States Climate Action Partnership ¿integrado por gigantes de diversos sectores, como General Electric, DuPont, Caterpillar y Alcoa¿ quiere asegurarse de que, en el mundo más regulado que cabe esperar para el futuro, no haya un mosaico de normas imprevisibles que generen incertidumbre y aumenten los costos de sus operaciones.
Una regulación unificada emanada de Washington sería preferible a una pluralidad de iniciativas de los diversos estados. California, por ejemplo, que es la octava economía del mundo, ya tiene normas que obligan a reconvertir progresivamente parte de parque automotor hacia energías más limpias.
Los diez aliados estadounidenses ¿entre los que se encuentran dueños de centrales eléctricas, de alto impacto sobre el clima¿ se han pronunciado, además, en favor de la creación de un mercado en el cual el gobierno dé o venda autorizaciones a las empresas para determinados niveles de emanaciones. Un sistema así permitiría a las compañías de desempeño más "limpio" vender o intercambiar los créditos que no usaran; podrían decidir si les conviene más volver más limpias sus propias operaciones o comprarles créditos a otros.
Europa ya les ha puesto precio a las emanaciones de carbono, a través de un sistema de trading.
Fiebre verde
Empresas del mundo desarrollado han anunciado en los últimos meses las más diversas iniciativas para limitar el daño al ambiente, en una especie de mea culpa implícito que era completamente impensable hace apenas un año. Desde líneas aéreas ¿nuevo blanco de la susceptibilidad anti invernadero, un rol que hasta hace poco detentaban las automotrices¿ hasta supermercados ¿que detallan el dióxido de carbono implicado, como antes detallaban las calorías y los lípidos¿ todos los rubros se sienten responsables ante una opinión pública cada vez más sensibilizada. Los informes anuales de las compañías ahora entran en detalles sobre qué están haciendo para compensar sus emisiones: plantar árboles es una solución favorita, aunque más bien simbólica.
Hace diez años, cuando Shell decidió hundir en el fondo del Mar del Norte su plataforma Brent Spar, una primera confrontación con Greenpeace le trajo un anticipo de los tiempos que vendrían. Las petroleras fueron las primeras en ser interpeladas, pero hoy hasta ellas procuran diversificar parte de su negocio hacia actividades más sustentables. Las automotrices, que dependen fuertemente de los hidrocarburos, han tenido que crear productos de mayor eficiencia en el uso de los combustibles, de los cuales el más lucido por ahora es el híbrido Toyota Prius.
Un costo a cuidar
Por cierto, la súbita conversión del mundo corporativo al cuidado del clima no es una pura concesión a las relaciones públicas. Los grandes emisores están empezando a cotizar en sus planes de inversión el carbón emitido, y a introducir modificaciones que se traduzcan en ahorros. Los proyectos para secuestrar emisiones de dióxido de carbono de las centrales eléctricas están recibiendo un impulso enorme, del mismo modo que en los agronegocios hay apuestas cuantiosas ¿y discutidas¿ a los biocombustibles. Y así como en las universidades ahora hay financiamiento abundante para proyectos relacionados con energías limpias, en las bolsas los capitales fluyen hacia la energía eólica y solar y las tecnologías de conservación de la energía.

http://www.clarin.com/suplementos/economico/2007/06/10/n-00315.htm

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